domingo, 10 de enero de 2016

Nuestra lucha


Hace más de un año tuve la oportunidad de visitar el fascinante subcontinente Indio. En realidad sólo estuve en una ciudad del estado de Kerala, al sureste. Se trata de una región con una ideología predominante comunista. Una de las imágenes que más me llamó la atención fueron las numerosas inscripciones que se podían ver por las calles donde compartían muro la hoz y el martillo y la esvástica hindú.

Cuando nos encontramos en un momento revuelto, con Europa en general y Alemania en particular sumidos en dudas existenciales, se presenta, (o reedita), ante el mundo literario un libro tan polémico como Mein Kampf.

La obra del dictador germano ha estado prohibida en su país durante más de 60 años, lo que no significa que sea difícil tener acceso a un ejemplar. Sin ir más lejos, un servidor ha tenido la oportunidad de leerlo sin mucha dificultad, buscando a través de internet.
Consiste en una autografía que desemboca en un ideario extremo cuyas consecuencias hay que conocer. Cierto es que oculta episodios polémicos de su vida, tales como su época en Viena donde se agarró a la prostitución gay o sus más que seguros orígenes judíos, pero bueno, quién contaría en sus memorias sus momentos más escabrosos, si ni siquiera el respetado Nobel Stefan Zweig fue capaz de recoger en “El mundo de ayer” su depravación sexual.

Estoy a favor de permitir a nuestras generaciones su lectura y estudio, aunque reconozco los riesgos que representa por su posible mal interpretación, más aún cuando nos enfrentamos a desafíos culturales que nos pueden radicalizar. Pero hoy en día, ¿qué más da? Si ya nos encontramos envueltos en cantos de sirenas de pelo largo.
Pronostico dos posibles escenarios de su lectura:

Primero, el positivo. Entender que las palabras, tanto si son declaradas como plasmadas en un texto, tienen el mismo peligro y riesgo que las acciones ejecutadas. Hay que aprender a detectar, reconocer y localizar focos incendiarios disfrazados de hábiles discursos o párrafos que se sustentan en la desesperación ajena, hambrienta de responsabilizar a alguien.

Segundo, el negativo. No comprender. Todo tiene un contexto y circunstancias que se deben conocer y entender... y por último aprender. No podemos dejarnos seducir por simples frases elocuentes, ensalzadas con tonos elevados y que buscan aprovecharse de nuestra sensibilidad para programarnos hacia un camino donde el rencor es la energía que ayuda a continuar.

Es en momentos de crisis social, cuando la locura viaja por el aire, contagia la masas y nos empuja a la confrontación fratricida. Tengamos los ojos abiertos

Por cierto, si alguien se ha asustado con el icono que precede a este post, indicarle que se trata de una sauvástica. La cruz gamada con sus puntas girando hacia la izquierda, en el sentido contrario a la simbología extremista... como este artículo.

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