lunes, 5 de agosto de 2013

La caída de los gigantes. (Recomendación histórica)


No sé exactamente que es lo que nos atrae tanto a los que disfrutamos con la historia, si su configuración de novela basada en hechos reales, si el sorprendente paralelismo que existe entre sucesos pasados y presentes, o si la necesidad de conocer errores cometidos para anticiparse a los futuros. 
En este caso, me he sentido especialmente interesado y atraído por las circunstancias representadas en los motivos, argumentos, hechos, sucesos, decisiones, entornos, personajes, países, culturas, ideologías etc. de la Primera Guerra Mundial.

Reconozco que hasta la fecha, era un gran ignorante de como aconteció esta inmensa contienda. Gracias a esta novela, me he podido enterar de todo lo que ocurrió en el antes, durante y después de la Guerra.

He aprendido varias cosas:



Primero, en una guerra, todos sus participantes alegan haber sido empujados al conflicto. Todos están defendiendo sus derechos y/o intereses, no han tenido más remedio. No existe inconveniente a la hora de modelar una justificación. Esto es así desde que Grecia saqueó Troya hasta cuando EEUU invadió Irak.

El segunda aspecto es la duración. La primera Guerra Mundial duró el doble de lo que debería, ( si es que alguien puede determinar cuanto debería durar un combate ). La razón fue sencilla, los gobiernos se estaban gastando cantidades ingentes. Por ejemplo, Reino Unido multiplicó por 5 sus gastos anuales. Esto generaba unas deudas casi inabordables, ¿ quién las iba a pagar ? Muy sencillo, el que pierda. Por eso se alargan, porque se necesita imponer al perdedor costear la cuenta.

El tercer punto tiene que ver con los contendientes. El afortunado vencedor es un héroe, nos ha salvado y devuelto la paz al mundo; el derrotado será juzgado por crímenes de guerra, ( como si el otro hubiera disparado margaritas ), y tendrá una condena que puede incluso llegar a la ejecución. Estos papeles se reparten independientemente del quién, el cómo y el cuándo. Una delgada línea entre la corona y la soga.

El cuarto y último asunto está relacionado con el odio. La Primera Guerra Mundial significó la muerte de 10 millones de personas. Ante esta espantosa cifra, los diferentes países que se vieron involucrados iniciaron el proceso de pacificación con la idea plena de evitar que se repita algo tan terrible. Así el Presidente norteamericano, Woodrow Wilson, propuso la creación de la Sociedad de Naciones, con la intención de resolver los futuros  problemas entre países mediante procedimientos no bélicos. Sin embargo, el odio triunfó. La venganza fue la gran ganadora de aquellas jornadas en el Palacio de Versalles, imponiendo unas sanciones humillantes e imposibles de cumplir, conduciendo a los derrotados a un futuro pesimista y muy desalentador. 
Fue ese rencor el que provocó que, en vez de evitar más atrocidades, se condujera a otra 6 veces más terrible.
 Así fue como en el Salón de los Espejos, en el mismo momento en que se firmaba el Tratado de Paz, se empezaba a sembrar la semilla de una futura guerra mucho más feroz.

Para los amantes de Ken Follett, seguro que esta novela no les defraudará, pero si además disfrutas con la historia, no me cabe la menor duda, que no me equivoco en recomendarla. Entrelaza la vida de ciudadanos anónimos y personajes históricos de los diferentes bandos, dando una visión completa de lo vivido en aquella época.

Su autor una vez dijo: “Cualquier imbécil puede tomar parte en una pelea pero el hombre prudente sabe mantenerse lejos de ella”