jueves, 18 de abril de 2013

Efeméride transatlántica



"Erase una vez, un país llamado Estados Unidos, que experimentó un fuerte crecimiento económico, desplazando al viejo Continente del liderazgo económico mundial. Durante una década se incrementó en aquel país la producción y la demanda de sus productos, con una profunda transformación productiva dominada por la innovación tecnológica. Este enorme optimismo y abundancia económica contagió a la Bolsa que vivió un prolongado incremento de las cotizaciones, que permitió la formación de una burbuja especulativa, financiada por el crédito.
La economía mundial se hallaba bastante equilibrada: la cotización de las materias primas parecía estabilizada y los países que atravesaban un periodo de alta coyuntura eran numerosos. Pero una serie de equilibrios tradicionales quedaban alterados: la producción y el bienestar progresaban de manera espectacular en unas partes (Estados Unidos, Japón), mientras que en otras, perdida la prosperidad y vivían abrumados por el desempleo y las crisis endémicas.
La actividad de la Bolsa había evolucionado tan vertiginosamente como la producción industrial. La cotización de las acciones subía regularmente de año en año, y fueron numerosos los estadounidenses que hallaron en la especulación de la bolsa la fuente de una rápida fortuna: la fiebre de jugar a la Bolsa tienta a todos los estratos de la población de modo irresistible, tanto rentistas y jubilados, como aprendices, que ignoraban todo lo relativo a la industria, a la economía y a la misma Bolsa. Todo el mundo consideraba que la economía del país se encaminaba hacía niveles insospechados, y todos estaban persuadidos de que las "mejores acciones" podían conseguirse con muy poco dinero, pensando que debía aprovecharse de aquella buena suerte antes de que pudiera terminarse.
La coyuntura del alza, descansaba sobre una base sumamente frágil. Todo el sistema se derrumbó, y en pocos días las cotizaciones perdieron todo cuanto habían ganado durante meses o, mejor dicho, durante años.
El derrumbamiento de la economía de EEUU fue el momento más dramático de una crisis sin precedentes; pero no fue el prólogo ni la causa de la crisis económica mundial, fue solo su más espectacular síntoma. La desmedida producción no planificada, la brutal competencia que acarreó, supuso un rápido aumento de productos que no hallaban mercado.
La depresión norteamericana de la actividad económica fue acompañada por una reducción adicional del préstamo hacia el extranjero y una fuerte contracción de la demanda de importaciones. Esto produjo una gran reducción del flujo de dólares hacia Europa y el resto del mundo. Dado la importancia de Estados Unidos en la economía mundial, el impacto de su crisis sobre el resto del mundo fue fuerte; por eso se dice que Estados Unidos exportó su crisis. Prácticamente todos los países padecieron declives tanto en la producción industrial como en el PIB.
Esto provoco a ambos lados del Atlántico que la deflación y la desocupación fueran altas.
Las medidas restrictivas que las Administraciones realizaron sobre el comercio, la propiedad y la libre empresa provocaron, que el capital necesario para reactivar la economía, fuera gravado con impuestos y forzado a pasar a la economía sumergida.
El incremento del desempleo europeo, unido a crisis bancarias de países, provocaron la necesidad de medidas que castigaron a un pueblo que no entendía porque se le aplastaba…"

Esta historia que acabo de contar NO corresponde a lo vivido en los últimos 6-7 años. Esta Efeméride transatlántica aconteció en la década de los años 30, con la crisis económica que se produjo y son una serie de párrafos recogidos de un libro de Historia Mundial. Sus consecuencias ya las conocemos. Cuando se aplasta a un pueblo, este se harta, se indigna y busca otras opciones. Es en esos momentos, cuando surgen iluminados radicales con dosis de populismo y extremismo que arrastran a las masas hacia un destino de autodestrucción. Así sucedió en los cimientos de la 2º Guerra Mundial.
Las crisis económicas provocan crisis culturales y sociales y estas desembocan en crisis humanitarias. Desconocerlo, ignorarlo o infravalorarlo conduce a situaciones irreversibles.
Jaume Vicens Vives recogió en su recientemente restaurado manuscrito “La crisis de Europa” que “la radicalización de la primera mitad del siglo XX se debió a perturbaciones económicas”.
Aldous Huxley, que vivió muy de cerca todo lo que se acaba de narrar, predijo: “Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”

sábado, 6 de abril de 2013

La caída del Muro Invisible


Yo no sé caminar
 sé volar
Yo no sé hablar

sé escuchar
 la música

y las palabras
de Joan Manuel Serrat
Yo no sabré ver
pero sí mirar
los ojos de mi perro
que no pueden hablar”

Estos bellos versos los escribió Grabiela Brimmer, una maravillosa poetisa y escritora mexicana que nació con parálisis cerebral que le impidió cualquier movimiento o expresión, ( excepto en el pie izquierdo ) durante el resto de su vida. Sin duda, un muro alto y fuerte, que sin embargo, no tuvo problemas en saltar.

Esta semana he quedado impresionado y emocionado con la lectura de algunas de estas historias de valor y superación que sobrepasan límites verdaderamente sobrecogedores. He aprendido que los verdaderos límites y barreras las ponemos nosotros, nuestra falta de voluntad para luchar contra la adversidad por lo que realmente queremos. Como el valiente Erik Weinmaier, ciego desde los trece años, que ha escalado las 7 cumbres más altas del planeta como el Everest y el Aconcagua.

Hubo una vez, una mujer llamada Hellen Keller, que aprendió a hablar, escribir y leer, terminó su carrera universitaria, dominó lenguas vivas y muertas, dio conferencias y actuó en cine. Estos logros no me hubieran llamado tanto la atención ,si no fuera porque la señorita Keller quedó ciega, sorda y muda antes de cumplir los dos años.
Y todo esto ha venido a colación, debido a mi encuentro fortuito con la razón de los diferentes estilos musicales que compuso un maestro: Ludwing Van Beethoven. Este genio tuvo tres estilos de música, influenciado por su sordera. La primera etapa fue cuando oía bien. La siguiente surgió cuando empezó a tener limitaciones auditivas que le impedían captar los sonidos agudos. De esta manera, sus composiciones tomaban escalas más graves debido a que su percepción sobre los tonos agudos era de rechazo. Componía con lápiz y papel, alejado del piano, para resistir la tentación de ir a probar lo que su virtuoso cerebro le transmitía. La tercera, ( y para mi la mejor ), fue una vez sordo, cuando su incapacidad le permitió centrarse y dejarse llevar por su intuición y talento para componer cientos de pentagramas sin necesidad de probarlos. Esa libertad formal, que se tomó Beethoven, nos regaló su mejor melodía. Es la etapa donde se engloba su obra musical más bella, en ella destaca mi favorita: La Novena Sinfonía

Estás fantásticas "epopeyas", me ha hecho pensar que a veces, pese a tener visión no siempre miramos lo que verdaderamente nos gusta, que aunque podemos oír no siempre escuchamos lo que nos dicen y no por tener voz significa que expresemos lo que sentimos y deseamos. No pretendo ser tan melodramático como para decir con esto, que debemos perder la vista para empezar a observar, ni el oído para poder escuchar, ni tampoco la voz para poder gritar. Pero si puede significar, que es cuando percibimos que perdemos algo, cuando sacamos nuestra mayor fuerza y arrojo para seguir luchando. No sabemos apreciar lo que tenemos, la vista, el odio… y muchas otras cosas, hasta que nos quedamos sin ellas… y es sólo cuando nos plantan ese muro en frente, cuando adoptamos el arrojo suficiente para intentar derribarlo.

Jonathan Swift dijo “Visión es el arte de ver las cosas invisibles.” … muros invisibles?