En
esta ocasión, su iglesia neogótica, repleta de preciadas imágenes
eclesiásticas, ( algunas del siglo XIII ), recoge la ceremonia al
Cristo del Sudor. Veneración que desconocía. Combinan el festejo
espiritual con el convite familiar, permitiendo disfrutar de todo lo
que representa esta villa serrana.
Descubro,
o mejor dicho me auto convenzo, del encanto que tiene este arraigo
bucólico que recorre sus calles empedradas. La fidelidad que
procesan sus habitantes, por mantener vivo el significado de cada
costumbre o experiencia, es un diamante que solemos carecer en las
grandes urbes. Debería frecuentarlo más e inspirarme como los
versos que escribió un amigo:
A
los pies de la Peña de Francia,
con
rústico olor primaveral,
repleto
de tradición y elegancia,
deslumbra
el brillante mineral.
Por
Las Batuecas acotada,
con
salvaje fauna y flora,
de
magia espiritual dotada,
música
de paz evocadora.
En
las profundas noches,
inundadas
de celestes brillos,
sin
sonidos que escuches,
ves lucir miles de farolillos.
Un
corazón con tradición,
late
por la verde pradera,
rústica
alma sin aflicción,
mana
por el río en la ladera.
De
la experiencia mística,
hasta
el buen paladar,
mientras
sea visita auténtica,
siempre
te has de acordar.
La
Alberca.
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