Hace
más de un año tuve la oportunidad de visitar el fascinante
subcontinente Indio. En realidad sólo estuve en una ciudad del
estado de Kerala, al sureste. Se trata de una región con una
ideología predominante comunista. Una de las imágenes que más me
llamó la atención fueron las numerosas inscripciones que se podían
ver por las calles donde compartían muro la hoz y el
martillo y la esvástica hindú.
Cuando
nos encontramos en un momento revuelto, con Europa en general y
Alemania en particular sumidos en dudas existenciales, se presenta,
(o reedita), ante el mundo literario un libro tan polémico como Mein
Kampf.
La
obra del dictador germano ha estado prohibida en su país durante más
de 60 años, lo que no significa que sea difícil tener acceso a un
ejemplar. Sin ir más lejos, un servidor ha tenido la oportunidad de
leerlo sin mucha dificultad, buscando a través de internet.
Consiste
en una autografía que desemboca en un ideario extremo cuyas
consecuencias hay que conocer. Cierto es que oculta episodios
polémicos de su vida, tales como su época en Viena donde se agarró
a la prostitución gay o sus más que seguros orígenes judíos, pero
bueno, quién contaría en sus memorias sus momentos más escabrosos,
si ni siquiera el respetado Nobel Stefan Zweig fue capaz de recoger
en “El mundo de ayer” su depravación sexual.
Estoy
a favor de permitir a nuestras generaciones su lectura y estudio,
aunque reconozco los riesgos que representa por su posible mal
interpretación, más aún cuando nos enfrentamos a desafíos
culturales que nos pueden radicalizar. Pero hoy en día, ¿qué más
da? Si ya nos encontramos envueltos en cantos de sirenas de pelo
largo.
Pronostico
dos posibles escenarios de su lectura:
Primero,
el positivo. Entender que las palabras, tanto si son declaradas como
plasmadas en un texto, tienen el mismo peligro y riesgo que las
acciones ejecutadas. Hay que aprender a detectar, reconocer y
localizar focos incendiarios disfrazados de hábiles discursos o
párrafos que se sustentan en la desesperación ajena, hambrienta de
responsabilizar a alguien.
Segundo,
el negativo. No comprender. Todo tiene un contexto y circunstancias
que se deben conocer y entender... y por último aprender. No podemos
dejarnos seducir por simples frases elocuentes, ensalzadas con tonos
elevados y que buscan aprovecharse de nuestra sensibilidad para
programarnos hacia un camino donde el rencor es la energía que ayuda
a continuar.
Es
en momentos de crisis social, cuando la locura viaja por el aire,
contagia la masas y nos empuja a la confrontación fratricida.
Tengamos los ojos abiertos
Por
cierto, si alguien se ha asustado con el icono que precede a este
post, indicarle que se trata de una sauvástica. La cruz gamada con
sus puntas girando hacia la izquierda, en el sentido contrario a la
simbología extremista... como este artículo.