En
estos tiempos que vivimos, donde el mundo está patas arriba y los
telediarios nos inundan con guerras, muertes y luchas motivadas por el
territorio, la raza o la condición religiosa, nunca viene mal
conocer historias reales que sirven de ejemplo para intentar
reconducir a esta a loca sociedad.
Hace
poco, pude escuchar esta maravillosa historia acontecida en un marco
siniestro. En el año 1936, Alemania celebró los juegos olímpicos,
una oportunidad única para el régimen nazi de mostrar al mundo la
supremacía aria. Lo cierto es, que en parte lo consiguieron, ya que
lideraron el medallero por primera y última vez. Sin embargo, entre
tanta explosión de soberbia alrededor de la esvástica, surgió un
incómodo protagonista.
Jessy
Owens, un atleta estadounidense de origen afroamericano, triunfó en
aquellos juegos, llevándose 4 medallas de oro. La más
significativa, y por la cual escribo este post, fue la de salto de
longitud. Se enfrentaba al ídolo alemán, un atleta que representaba
a la perfección el ideal de la raza aria, se llama Luz Long.
Su
primer encuentro fue en la clasificación para acceder a la final.
Long, iba claramente en cabeza, dando sensaciones de triunfo seguro.
Máxime cuando Jesse Owens, su mayor rival, había hecho dos nulos,
muy dudosos, y estaba sólo a uno de la expulsión.
En
ese momento, se produjo el gesto que pasó a la historia. El atleta
alemán, seguramente con una actitud que hubiera sido rechazada por
la mayoría de los ahí presentes, le aconsejo al afroamericano que
no tenía que intentar batir el récord mundial en cada salto. En vez
de eso, debía concentrarse en pasar la eliminatoria saltando varios
centímetros por detrás de la tabla para que no le señalasen otro
nulo. Owens le hizo caso y saltó a casi 20 centímetros de la zona de
batida y se metió en la final.
Ahí
la pelea entre los dos talentos fue brillante. El alemán hizo un
salto de 7,87 metros, parecía tener el triunfo en su mano, pero en
el último intento Owens alcanzó los 8,06 metros, consiguiendo la
medalla de oro y un récord olímpico que duró 24 años. Fue el consejo desinteresado del alemán, lo que permitió que la fiesta aria no fuese completa.
Por
supuesto, fue Luz Long el primero en felicitar a Jesse Owens
protagonizando un brazo mítico y muy deportivo que no sentó nada
bien a la Alemania nazi del momento, por lo que fue repudiado en su
propio país pese a haber logrado un fantástico resultado.
Se
forjó un profunda amistad, pero cuando estalló la 2ª Guerra Mundial, Luz Long
fue obligado a combatir, pese a que los deportistas de elite contaban
con el privilegio de no tener que ir al frente. Quién sabe si no fue
como castigo por la deportividad y solidaridad mostrada con Owens.
Falleció en combate en 1943.
Jesse
Owens, se desplazó a Alemania para conocer a la familia de su amigo,
con quien había mantenido el contacto desde aquella mítica final y
pronunció aquella célebre frase, “se podrían fundir todas las
medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad
de 24 quilates que hice con Long en aquel momento”.
El
escritor italiano Alberto Moravia dijo que, "La
amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que
salvarla como sea".
Tomen
ejemplo...
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