Israelitas
y palestinos se matan frenéticamente, Rusia sube la tensión
mundial, EEUU y la UE buscan otros clientes a los que vender armas y
en África el ébola avanza matando personas mientras empresas
farmacéuticas se frotan las manos ante el “negocio”.
En
este contexto mundial comencé a leerme el libro “Los grandes
personajes de la historia”, escrito y editado por el canal temático
Historia. Siempre me ha gustado leer biografías de personajes
ilustres, y no tan ilustres, que influyeron de una manera u otra en
la sociedad. Sobre todo me atraen aquellos que te cuentan los
aspectos más importantes de estas celebridades en un espacio más o
menos reducido. Mi interés por estos personajes, excepto en casos
aislados, no supera las 15 o 20 hojas. Por eso, disfruto con este
tipo de libros donde se puede aprender y entender, que no justificar,
algunas actitudes, decisiones, comportamientos o personalidades de
difícil comprensión.
En
este último libro, me ha llamado especialmente la atención un
personaje, Marie Curie. Ya conocía mucha de la información que
contiene su capítulo, aún así, me he sentido atraído por el
personaje produciéndome una gran admiración. No voy a centrarme en
la vocación, inteligencia y talento supremo que debe poseer una
mujer a finales del siglo XIX y principios del XX para ganar 2
premios Nobeles y convertirse en la primera en impartir clase en la
universidad de la Sorbona. Esos éxitos son muy conocidos y sólo
representan la punta del iceberg. Me voy a centrar en sus verdaderos
logros.
Tras
una actividad frenética y muy poco saludable, Marie Curie y su
marido descubrieron el radio, un elemento químico con múltiples
aplicaciones, sobre todo en el campo de la medicina, sus
descubridores serían ricos... pero decidieron no patentarlo,
consideraron que no era de su propiedad sino de la humanidad,
renunciaron a una vida más lujosa, a solucionar su futuro y el de
sus hijos. Si! Aunque cueste creerlo, los Curie son de la misma
especie que nosotros, seres humanos, pero su altruismo nunca será lo
suficientemente agradecido.
El
otro gran éxito se produjo cuando estalló la 1º Guerra Mundial.
Marie Curie, ya viuda, decidió ser útil en tal inmensa contienda.
Cogió a su hija mayor y se fueron a los campos de batalla a aplicar
sus descubrimientos y conocimiento en medicina. En condiciones
difíciles, ejerció como enfermera, formo a otras mujeres en el uso
de los rayos x, que podían ubicar balas y metrallas y diagnosticar
otras lesiones, creó hospitales de campaña allí donde fue y expuso
su vida y la de su hija en favor de sus pacientes. Cuando finalizó
la guerra no se la condecoró, ni nadie se lo reconoció... pero lo
mejor de todo es que no lo necesitó. La falta de ego era sustituida
por una gran conciencia, por la calma que proporciona haber hecho lo
correcto, haber actuado bien, sin necesidad de recibir nada a cambio.
No queda nadie así...
Este
tipo de personajes te reconcilian con la humanidad, sobre todo en
estos tiempos, donde estamos sedientos de verdaderos héroes,
ejemplos a seguir.
Una
vez, extenuada por el cansancio del exceso de trabajo de la alta
exposición a la radioactividad dijo:
"La vida no es fácil, para ninguno de nosotros. Pero… ¡qué importa! Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo."