"Erase
una vez, un país llamado Estados Unidos, que experimentó un fuerte
crecimiento económico, desplazando al viejo Continente del liderazgo
económico mundial. Durante una década se incrementó en aquel país
la producción y la demanda de sus productos, con una profunda
transformación productiva dominada por la innovación tecnológica.
Este enorme optimismo y abundancia económica contagió a la Bolsa
que vivió un prolongado incremento de las cotizaciones, que permitió
la formación de una burbuja especulativa, financiada por el crédito.
La
economía mundial se hallaba bastante equilibrada: la cotización de
las materias primas parecía estabilizada y los países que
atravesaban un periodo de alta coyuntura eran numerosos. Pero una
serie de equilibrios tradicionales quedaban alterados: la producción
y el bienestar progresaban de manera espectacular en unas partes
(Estados
Unidos,
Japón),
mientras que en otras, perdida la prosperidad y vivían abrumados por
el desempleo y las crisis endémicas.
La
actividad de la Bolsa
había evolucionado tan vertiginosamente como la producción
industrial. La cotización de las acciones subía regularmente de año
en año, y fueron numerosos los estadounidenses que hallaron en la
especulación de la bolsa la fuente de una rápida fortuna: la fiebre
de jugar a la Bolsa tienta a todos los estratos de la población de
modo irresistible, tanto rentistas y jubilados, como aprendices, que
ignoraban todo lo relativo a la industria, a la economía y a la
misma Bolsa. Todo el mundo consideraba que la economía del país se
encaminaba hacía niveles insospechados, y todos estaban persuadidos
de que las "mejores acciones" podían conseguirse con muy
poco dinero, pensando que debía aprovecharse de aquella buena suerte
antes de que pudiera terminarse.
La
coyuntura del alza, descansaba sobre una base sumamente frágil. Todo
el sistema se derrumbó, y en pocos días las cotizaciones perdieron
todo cuanto habían ganado durante meses o, mejor dicho, durante
años.
El
derrumbamiento de la economía de EEUU fue el momento más dramático
de una crisis sin precedentes; pero no fue el prólogo ni la causa
de la crisis económica mundial, fue solo su más espectacular
síntoma. La desmedida producción no planificada, la brutal
competencia que acarreó, supuso un rápido aumento de productos que
no hallaban mercado.
La
depresión norteamericana de la actividad económica fue acompañada
por una reducción adicional del préstamo hacia el extranjero y una
fuerte contracción de la demanda de importaciones. Esto produjo una
gran reducción del flujo de dólares hacia Europa y el resto del
mundo. Dado la importancia de Estados Unidos en la economía mundial,
el impacto de su crisis sobre el resto del mundo fue fuerte; por eso
se dice que Estados Unidos exportó su crisis. Prácticamente todos
los países padecieron declives tanto en la producción industrial
como en el PIB.
Esto
provoco a ambos lados del Atlántico que la deflación y la
desocupación fueran altas.
Las
medidas restrictivas que las Administraciones realizaron sobre el
comercio, la propiedad y la libre empresa provocaron, que el capital
necesario para reactivar la economía, fuera gravado con impuestos y
forzado a pasar a la economía sumergida.
El
incremento del desempleo europeo, unido a crisis bancarias de países,
provocaron la necesidad de medidas que castigaron a un pueblo que no
entendía porque se le aplastaba…"
Esta
historia que acabo de contar NO corresponde a lo vivido en los
últimos 6-7 años. Esta Efeméride transatlántica aconteció en la
década de los años 30, con la crisis económica que se produjo y son una serie de párrafos recogidos de un libro de Historia Mundial. Sus
consecuencias ya las conocemos. Cuando se aplasta a un pueblo, este
se harta, se indigna y busca otras opciones. Es en esos momentos,
cuando surgen iluminados radicales con dosis de populismo y
extremismo que arrastran a las masas hacia un destino de
autodestrucción. Así sucedió en los cimientos de la 2º Guerra
Mundial.
Las
crisis económicas provocan crisis culturales y sociales y estas
desembocan en crisis humanitarias. Desconocerlo, ignorarlo o
infravalorarlo conduce a situaciones irreversibles.
Jaume
Vicens Vives recogió en su recientemente restaurado manuscrito “La crisis de Europa” que
“la radicalización de la primera mitad del siglo XX se debió a
perturbaciones económicas”.
Aldous
Huxley, que vivió muy de cerca todo lo que se acaba de narrar,
predijo: “Quizá la más grande lección de la historia es que
nadie aprendió las lecciones de la historia”