martes, 19 de febrero de 2013

Medicina Lírica



Me imagino que cada uno tendrá sus propios trucos. En mi caso, cuando estoy necesitado de serenidad, entereza o templanza siempre me leo dos grandes poemas para tranquilizarme. Uno de ellos es “Invictus”, el verso escrito por William Ernest Henley, escritor de la época victoriana que desde muy joven sufrió tuberculosis. Su poema se ha hecho famoso porque fue el que Nelson Mandela se recitaba a sí mismo cuando llegaban los momentos peores a lo largo de su terrible cautiverio en prisiones sudafricanas por su lucha contra el racismo y el apartheid:

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

Me encanta! El segundo poema lo publico otro día.

La victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén.” Rudyard Kipling

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