El
Viernes empiezan unos nuevos Juegos Olímpicos. Reinventados por
Pierre de Coubertain en 1896, con la famosa frase “ Olimpia
y las Olimpiadas son símbolos de una civilización entera, superior
a países, ciudades, héroes militares o religiones ancestrales ”
Y
de nuevo el deporte sirve como excusa inhibidora y/o válvula de
escape de los problemas serios de la sociedad. No habrá prima de
riesgo, ni rescates, ni incendios, ni tampoco nos preocuparemos por
el paro. Durante los próximos días, el orgullo de cada país
quedará expuesto y sediento de revancha sobre una serie de
actividades con el fin no sólo de lograr el preciado metal, sino
también de golpear el ánimo del país vecino o rival. Como dijo una
vez Francisco Umbral, “ El deporte es una estilización de la
guerra “.
Sin
embargo, también significa una prueba de sacrificio y superación
que recoge momentos épicos y conmovedores que no siempre tienen que
estar asociados al triunfo. Como por ejemplo, cuando el corredor
británico Derek Redmond traspasó en última posición, con lágrimas
en los ojos, cojeando y ayudado por su padre la línea de meta de los
400m lisos en Barcelona, llegando a ser un símbolo de esfuerzo
familiar. El nadador africano Eric Moussambani, que a punto estuvo de
ahogarse en su serie en Sídney, una gran puesta en escena sobre la
diferencia entre paises. O la presión y tensión a la que están
expuestos los jóvenes gimnastas, que tras años de durísimo trabajo,
se enfrentan a una única oportunidad en la que tienen que asombrar a
un exigente jurado, ( a que me sonará esto... ).
Pero
quizás la escena más impactante, fue el encendido de la llama de
Atlanta 1996. Cuando el archiconocido boxeador Muhammad Ali, portó
la antorcha con un significativo temblor que mostraba la cara de la
enfermedad del Parkinson. Quien había sido un símbolo de esfuerzo,
potencia, coraje y rebeldía, también mostraba su magnífico valor
mostrando en directo ante más de 3 mil millones de personas su
combate personal contra la enfermedad
En
definitiva, los Juegos Olímpicos, no vienen a ser otra cosa que una
metáfora decorada de la vida misma. El éxito frente al fracaso, el
sacrificio junto al esfuerzo, la necesidad de la colaboración en
equipo, la motivación y todo en un escenario de unión entre países
y culturas del que mucho se debería de aprender en el resto de los
ámbitos sociales.
Un
sacerdote dominico llamado Henri Didon inspiró el lema olímpico:
“CITIUS,
ALTIUS, FORTIUS”, más
Alto, más Rápido, más Fuerte.
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